Desde finales de los 90, la arquitectura de los edificios de oficinas y centros de negocios en se han caracterizados por la utilización de cristal para revestir las fachadas como ya comenzaron hacer décadas atrás en Nueva York al levantar los clásicos rascacielos. Los motivos fueron varios para elegir este material en la ciudad neoyorquina y otras ciudades en expansión de la época, aunque los que mueven a los arquitectos del Sur de España hoy a proyectar cristal es sobre todo la estética del efecto espejo, brillo y luz que proyecta un edificio con abundancia de vidrio. Lo que podrían reflexionar los estudios de arquitectura es sobre lo utilitario que puede ser este material en zonas donde en los veranos se alcanzan unas temperaturas superiores a los 40ºc y estos edificios tienen un efecto invernadero que necesitan un alto consumo de electricidad para mantener un ambiente confortable.
La arquitectura no está exenta de la globalización, actualmente se construye de la misma manera y con los mismos materiales que en Norte América o que en Finlandia, sin tener en cuenta las verdaderas necesidades y características de cada lugar. Hasta los años 50 en Andalucía se edificaba pensando en la prevención del calor: con muros anchos, calles angostas o mucha vegetación para dar sombra. Hoy se urbaniza con amplias calles pero sin tener en cuenta la necesidad de cobijarnos, protegernos del sol por parte nuestra y de todo lo que utilizamos, como los vehículos. Sevilla no tiene sombra, no se proyectan pérgolas, muchas paradas de autobuses solo tienen un mástil con un cartel indicatorio sin ningún refugio del sol o los jardines infantiles son inutilizables en verano hasta bien entrada la noche porque los materiales han estado expuestos al sol durante todo el día. Los arquitectos y urbanistas tienen que pensar que en Sevilla vivimos con calor y hay que construir pensando en él, no solo en lo estético y cosmopolita.
La arquitectura no está exenta de la globalización, actualmente se construye de la misma manera y con los mismos materiales que en Norte América o que en Finlandia, sin tener en cuenta las verdaderas necesidades y características de cada lugar. Hasta los años 50 en Andalucía se edificaba pensando en la prevención del calor: con muros anchos, calles angostas o mucha vegetación para dar sombra. Hoy se urbaniza con amplias calles pero sin tener en cuenta la necesidad de cobijarnos, protegernos del sol por parte nuestra y de todo lo que utilizamos, como los vehículos. Sevilla no tiene sombra, no se proyectan pérgolas, muchas paradas de autobuses solo tienen un mástil con un cartel indicatorio sin ningún refugio del sol o los jardines infantiles son inutilizables en verano hasta bien entrada la noche porque los materiales han estado expuestos al sol durante todo el día. Los arquitectos y urbanistas tienen que pensar que en Sevilla vivimos con calor y hay que construir pensando en él, no solo en lo estético y cosmopolita.
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